miércoles, 9 de diciembre de 2009

Manías


MANÍAS

Observo meticulosamente la forma en que cada día la vida se repite con exactitud milimétrica.
Mi amiga MARLEN abandona su casa cada día, tras comprobar paroxísticamente, que su casa queda bien cerrada. Gira adelante y atrás la cerradura deforma convulsiva hasta siete veces siete. Siete adelante, siete atrás. Termina la operación presionando la puerta hacia adentro y hacia afuera tres veces tres. Tres hacia adentro y tres hacia afuera.
Tras la operación cierre y presión, comienza su andadura escaleras abajo. En el tercer peldaño, se da la vuelta y comprueba de nuevo que la puerta está bien cerrada. Así cada día, así cada vez que la puerta se abre y se cierra. Siempre igual, sin errores, sin pensarlo, sin calcularlo. La vida se repite con exactitud milimétrica.
Mi amiga ESCHENKA, persona imprevisible donde las haya, hiperactiva, hipersoñadora, hiperhiper. Cada vez que entramos en un local, se quita parsimoniosamente la bufanda, la mochila, el anorak y una de sus gordas y tupidas chaquetas. Al salir del local, la operación inversa con milimétricos movimientos.
Otro bar, otra oficina, otro local, da igual repite convulsivamente sus milimétricas operaciones aún cuando la visita al local tenga una duración de un minuto. Bufanda, mochila, anorak y chaqueta gruesa. Con exactos movimientos, con la misma cadencia, sin fallos.
MANTEQUILLA, siempre llega tarde al trabajo, milimétricamente tarde, con excusas milimétricas. Los mismos gestos, las mismas palabras. Tras 1 hora de trabajo, sale disparado a poner el ticket al coche, aún cuando el coche lo tenga aparcado en un parking. Media hora más tarde, sale a tomar café. Toma café aun cuando su médico le insistiera en lo dañino del café para su salud.
MANTEQUILLA siempre tiene una lesión de la que preocuparse, una lesión que rehabilitar. Mantequilla no es vago, ni tonto, ni desagradecido. Mantequilla simplemente se desarrolla con exactitud milimétrica como la vida, sin saberlo, sin desearlo, sin premeditación.
Yo mismo he notado que cada día, al levantarme, reproduzco milimétricamente siempre el mismo protocolo. Me desnudo en el baño, abro el grifo de la ducha, cierro las cortinas, me ducho milimétricamente. Primero la cabeza, luego los brazos y axilas, los güebos después. Termino con el culo y las piernas. Igualmente uso la toalla por el mismo orden milimétrico. Después, afeitado, lavado de dientes, vuelta a vestirse y a la calle.
Cada día igual. Igual cada mes, así toda la vida. Si nos paramos a observar… Observo meticulosamente la forma en que cada día la vida se repite con exactitud milimétrica.

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