viernes, 30 de enero de 2015

La conjura de los necios




Capítulo I.

Asistimos en los últimos tiempos a lo que  viene siendo “la conjura de los necios”, aunque quizás fuese mejor referirse a ella, como “la conjura de los tontos necios”.
Ninguna aldea o pueblo de la geografía Española con categoría, debería carecer de iglesia (con cura fijo o itinerante), bar, tasca o taberna (con o sin ultramarinos), Guardia Civil (con o sin cuartel) y un “tonto necio” que fuese el hazme reír de la población (fuera esta grande o pequeña). Hasta los más jóvenes y vírgenes de pensamiento reconocen este axioma. También se reconoce como verdad absoluta que un “tonto necio” hace un ciento. Lo que supone que en ocasiones, el número de tontos por metro cuadrado varíe en función de la necesidad de tonterías que un colectivo determinado necesite.

Es tan popular este axioma, que hasta los mercaderes de grandes superficies lo han adoptado para atraer clientela. Lo han hecho del modo más congruente pues ellos saben que no hay “tonto necio” que se crea que realmente lo es. Son tales las estrategias mentales que el “tonto necio” ha construido en su tontería que finalmente el “tonto necio” se cree el más listo, el rey del mambo, el puto amo. A la llamada de los vendedores de tecnología “YO NO SOY TONTO”, cientos de miles de “tontos” asoman su nariz por estos establecimientos para beneficiarse de las mejores ofertas, pero sobre todo para hacer saber al mundo que ELLOS NO SON TONTOS.

El “tonto necio” es además una especie difícil de abordar. En su terreno (la tontería), es el mejor, nadie puede tener una conversación lógica con un “tonto”, sin salir trasquilado. Pero el “tonto necio” es aún peor. Recuerdo la ilustración que hacen los libros de la antigüedad refiriéndose al necio, y como no he encontrado mejores definiciones, os propongo la lectura de algunas de ellas: 

Capítulo 10 y siguientes del libro de los Proverbios de Salomón en versión de CASIODORO DE REINA (1569),   REVISADA POR CIPRIANO DE VALERA (1602)

10:1 El hijo sabio alegra al padre, Pero el hijo necio es tristeza de su madre.
10:8 El sabio de corazón recibirá los mandamientos; mas el necio de labios caerá
10:14 Los sabios guardan la sabiduría; mas la boca del necio es calamidad cercana.
10:18 El que encubre el odio es de labios mentirosos; Y el que propaga calumnia es necio.
10:21 Los labios del justo apacientan a muchos, mas los necios mueren por falta de entendimiento.
15:2 La lengua de los sabios adornará la sabiduría; mas la boca de los necios hablará sandeces.
15:7 La boca de los sabios esparce sabiduría; no así el corazón de los necios
26:3 El látigo para el caballo, el cabestro para el asno, y la vara para la espalda del necio.
26:4 Nunca respondas al necio de acuerdo con su necedad, para que no seas tú también como él.
26:5 Responde al necio como merece su necedad, para que no se estime sabio en su propia opinión.
26:6 Como el que se corta los pies y bebe su daño, así es el que envía recado por mano de un necio.
26:11 Como perro que vuelve a su vómito, así es el necio que repite su necedad.

La lectura de estos capítulos del libro de los proverbios de Salomón, no dejan duda alguna. Seguro que si observamos atentamente, leemos con detenimiento y escuchamos con atención, enseguida identificaremos al necio y al “tonto necio”
El anterior axioma, nos lleva a construir la teoría siguiente: “Un tonto necio” para cada casa y en cada casa un “tonto necio”. Este principio fundamental e indemostrable es tan verdadero y tan universal y tan asumible como cierto que podemos concluir que cada casa, cada familia (monoparental o no) tiene o puede tener en su interior un “tonto necio”.

Hace mucho que conozco una vieja organización que supuestamente se dedica a la defensa de los derechos de los trabajadores y trabajadoras, (entre otras de sus prolijas funciones), se trata de una organización sindical, un sindicato como vulgarmente se le denomina. 

En “los sindicatos” donde actúan miles de personas, no hay ni un solo “tonto necio”. Puede resultar curioso y chocante, seguro que todos lo habéis escuchado alguna vez “en los sindicatos, no hay ni un solo tonto”. Como toda generalidad tiene su excepción, yo imagino que las bases identifican como “tontos” a los que están en la cúspide de la pirámide, por sus mediocres negociaciones o lo extemporáneo de sus actuaciones o por la falta de esta o aquélla negociación o por cualquier causa incluso la causa incausada. Pudiera ser que para los dirigentes de “los sindicatos”, los “tontos”, son los que ocupan los puestos inferiores. Sea como fuere alguna excepción habrá de existir para que la norma se cumpla.

Desde hacía muchos años me rondaba esta idea por la cabeza y leyendo atentamente el libro de los proverbios de Salomón, había llegado a identificar decenas de “tontos necios” dentro y fuera de “los sindicatos” algunos de ellos disfrazados de trabajadores defensores de las libertades, de poetas, de músicos, de cantantes… (Cantamañanas), soldadores, profesores, sindicalistas, liberados… etc., pero oía con frecuencia esta sentencia: “en los sindicatos no hay ni un solo tonto”, otra sentencia frecuente: “aquí el más tonto hace relojes de madera”. Esto me llevó a una conclusión definitiva. Los “tontos” que hay en “los sindicatos” y fuera de ellos están todos camuflados de piel humana tan bien construida que es prácticamente imposible distinguir a los “tontos necios” del resto.

Tras años observando a tanto “tonto” junto, he descubierto la forma de distinguir al “tonto/a necio/a” del justo. Hay que estar muy atento porque el “tonto” casi nunca produce nada que valga la pena, nunca hace nada por los demás (salvo las gracietas de turno para granjearse el beneplácito de algunos). Nunca piensa, nunca escribe, no reflexiona, no estudia nada, no sabe responder a nada, lo pregunta todo miles de veces pero nada se le queda por falta de interés, siempre echa la culpa de sus deyecciones a los demás, todos son basura menos él, claro está, el tonto siembra el descontento y la incertidumbre, acusa a los demás, imputa acciones que el mismo lleva a cabo, es atrevido, insultante, mordaz. El “tonto” simplemente es “tonto” y ejerce de “tonto”. Si te fijas, si observas detenidamente, si no respondes a sus tonterías, el “tonto necio” se crece y cada vez profundiza más en sus inquinas y en sus fobias y es ahí cuando le pillas, No falla. Y es cuando te acordarás de lo que escribiría el sabio Salomón  Como perro que vuelve a su vómito, así es el necio que repite su necedad.

Un día, algún “tonto necio” cercano, le pide al más “tonto necio” del corral, que lidere la tontería, que se tire a la piscina, que se manifieste. El “tonto necio” por mantener su status quo y seguir ejerciendo de “tonto necio” sin trabajar durante muchos años de su vida laboral, ¡zas! escribe un panfleto de mierda lleno de insultos calumnias y mentiras y quienes están a su alrededor se quedan atónitos, no pueden dar crédito a lo que están asistiendo. Es la conjura del “tonto necio” que sale del armario, tantos años escondido bajo el manto de pelo laceo (cada vez menos eso sí, la edad no perdona), todo el mundo le creía un líder, EL LIDER. Y si embargo descubrimos con hondo pesar, que tanta salud y tanta insistencia, no podía ser otra cosa que la necedad personificada.

Que decepción, un LIDER “tonto necio”, que amargura, que sensación  soledad… pero el “tonto necio” entre berrido y berrido, escribe panfletos difamatorios con verdades a medias, infamias y calumnias, y poco a poco se crea un coro que le acompaña en sus giras, mientras los demás trabajan. Una poetisa frustrada, una antiguo partisano socialista aislado en la isla mínima con valor desechable, “tonto necio” donde los haya, un pequeño traidor acosador y su linda acosada. Con este ejército, el “tonto necio” no es consciente que ya nadie se ríe de sus tonterías, que nadie le sigue, nadie le contesta, nadie le da importancia alguna. Todos saben que el “tonto necio y sus secuaces” están muertos, tan solo falta el funeral. 

Si alguna vez identificas a un “tonto necio” ya sabes: responde al necio como merece su necedad, para que no se estime sabio en su propia opinión y después, apártate de él que no te lleve por sus caminos de tontería y necedad.