Capítulo
I.
Asistimos en los últimos
tiempos a lo que viene siendo “la
conjura de los necios”, aunque quizás fuese mejor referirse a ella, como “la
conjura de los tontos necios”.
Ninguna aldea o pueblo
de la geografía Española con categoría, debería carecer de iglesia (con cura
fijo o itinerante), bar, tasca o taberna (con o sin ultramarinos), Guardia
Civil (con o sin cuartel) y un “tonto necio” que fuese el hazme reír de la
población (fuera esta grande o pequeña). Hasta los más jóvenes y vírgenes de
pensamiento reconocen este axioma. También se reconoce como verdad absoluta que
un “tonto necio” hace un ciento. Lo que supone que en ocasiones, el número de
tontos por metro cuadrado varíe en función de la necesidad de tonterías que un
colectivo determinado necesite.
Es tan popular este
axioma, que hasta los mercaderes de grandes superficies lo han adoptado para
atraer clientela. Lo han hecho del modo más congruente pues ellos saben que no
hay “tonto necio” que se crea que realmente lo es. Son tales las estrategias
mentales que el “tonto necio” ha construido en su tontería que finalmente el
“tonto necio” se cree el más listo, el rey del mambo, el puto amo. A la llamada
de los vendedores de tecnología “YO NO SOY TONTO”, cientos de miles de “tontos”
asoman su nariz por estos establecimientos para beneficiarse de las mejores
ofertas, pero sobre todo para hacer saber al mundo que ELLOS NO SON TONTOS.
El “tonto necio” es
además una especie difícil de abordar. En su terreno (la tontería), es el
mejor, nadie puede tener una conversación lógica con un “tonto”, sin salir
trasquilado. Pero el “tonto necio” es aún peor. Recuerdo la ilustración que
hacen los libros de la antigüedad refiriéndose al necio, y como no he
encontrado mejores definiciones, os propongo la lectura de algunas de ellas:
Capítulo
10 y siguientes del libro de los Proverbios de Salomón en versión de CASIODORO
DE REINA (1569), REVISADA POR CIPRIANO
DE VALERA (1602)
10:1
El hijo sabio alegra al padre, Pero el hijo necio es tristeza de su madre.
10:8
El sabio de corazón recibirá los mandamientos; mas el necio de labios caerá
10:14
Los sabios guardan la sabiduría; mas la boca del necio es calamidad cercana.
10:18
El que encubre el odio es de labios mentirosos; Y el que propaga calumnia es
necio.
10:21
Los labios del justo apacientan a muchos, mas los necios mueren por falta de
entendimiento.
15:2
La lengua de los sabios adornará la sabiduría; mas la boca de los necios
hablará sandeces.
15:7
La boca de los sabios esparce sabiduría; no así el corazón de los necios
26:3
El látigo para el caballo, el cabestro para el asno, y la vara para la espalda
del necio.
26:4
Nunca respondas al necio de acuerdo con su necedad, para que no seas tú también
como él.
26:5
Responde al necio como merece su necedad, para que no se estime sabio en su
propia opinión.
26:6
Como el que se corta los pies y bebe su daño, así es el que envía recado por
mano de un necio.
26:11
Como perro que vuelve a su vómito, así es el necio que repite su necedad.
La lectura de estos
capítulos del libro de los proverbios de Salomón, no dejan duda alguna. Seguro
que si observamos atentamente, leemos con detenimiento y escuchamos con
atención, enseguida identificaremos al necio y al “tonto necio”
El anterior axioma, nos
lleva a construir la teoría siguiente: “Un tonto necio” para cada casa y en
cada casa un “tonto necio”. Este principio fundamental e indemostrable es tan
verdadero y tan universal y tan asumible como cierto que podemos concluir que
cada casa, cada familia (monoparental o no) tiene o puede tener en su interior
un “tonto necio”.
Hace mucho que conozco
una vieja organización que supuestamente se dedica a la defensa de los derechos
de los trabajadores y trabajadoras, (entre otras de sus prolijas funciones), se
trata de una organización sindical, un sindicato como vulgarmente se le
denomina.
En “los sindicatos”
donde actúan miles de personas, no hay ni un solo “tonto necio”. Puede resultar
curioso y chocante, seguro que todos lo habéis escuchado alguna vez “en los
sindicatos, no hay ni un solo tonto”. Como toda generalidad tiene su excepción,
yo imagino que las bases identifican como “tontos” a los que están en la
cúspide de la pirámide, por sus mediocres negociaciones o lo extemporáneo de
sus actuaciones o por la falta de esta o aquélla negociación o por cualquier
causa incluso la causa incausada. Pudiera ser que para los dirigentes de “los
sindicatos”, los “tontos”, son los que ocupan los puestos inferiores. Sea como
fuere alguna excepción habrá de existir para que la norma se cumpla.
Desde hacía muchos años
me rondaba esta idea por la cabeza y leyendo atentamente el libro de los
proverbios de Salomón, había llegado a identificar decenas de “tontos necios”
dentro y fuera de “los sindicatos” algunos de ellos disfrazados de trabajadores
defensores de las libertades, de poetas, de músicos, de cantantes… (Cantamañanas),
soldadores, profesores, sindicalistas, liberados… etc., pero oía con frecuencia
esta sentencia: “en los sindicatos no hay ni un solo tonto”, otra sentencia
frecuente: “aquí el más tonto hace relojes de madera”. Esto me llevó a una
conclusión definitiva. Los “tontos” que hay en “los sindicatos” y fuera de
ellos están todos camuflados de piel humana tan bien construida que es
prácticamente imposible distinguir a los “tontos necios” del resto.
Tras años observando a
tanto “tonto” junto, he descubierto la forma de distinguir al “tonto/a necio/a”
del justo. Hay que estar muy atento porque el “tonto” casi nunca produce nada
que valga la pena, nunca hace nada por los demás (salvo las gracietas de turno
para granjearse el beneplácito de algunos). Nunca piensa, nunca escribe, no
reflexiona, no estudia nada, no sabe responder a nada, lo pregunta todo miles
de veces pero nada se le queda por falta de interés, siempre echa la culpa de
sus deyecciones a los demás, todos son basura menos él, claro está, el tonto
siembra el descontento y la incertidumbre, acusa a los demás, imputa acciones
que el mismo lleva a cabo, es atrevido, insultante, mordaz. El “tonto” simplemente
es “tonto” y ejerce de “tonto”. Si te fijas, si observas detenidamente, si no
respondes a sus tonterías, el “tonto necio” se crece y cada vez profundiza más
en sus inquinas y en sus fobias y es ahí cuando le pillas, No falla. Y es
cuando te acordarás de lo que escribiría el sabio Salomón Como perro que vuelve a su vómito, así es el
necio que repite su necedad.
Un día, algún “tonto
necio” cercano, le pide al más “tonto necio” del corral, que lidere la
tontería, que se tire a la piscina, que se manifieste. El “tonto necio” por
mantener su status quo y seguir ejerciendo de “tonto necio” sin trabajar
durante muchos años de su vida laboral, ¡zas! escribe un panfleto de mierda
lleno de insultos calumnias y mentiras y quienes están a su alrededor se quedan
atónitos, no pueden dar crédito a lo que están asistiendo. Es la conjura del
“tonto necio” que sale del armario, tantos años escondido bajo el manto de pelo
laceo (cada vez menos eso sí, la edad no perdona), todo el mundo le creía un
líder, EL LIDER. Y si embargo descubrimos con hondo pesar, que tanta salud y
tanta insistencia, no podía ser otra cosa que la necedad personificada.
Que decepción, un LIDER
“tonto necio”, que amargura, que sensación soledad… pero el “tonto necio” entre berrido y
berrido, escribe panfletos difamatorios con verdades a medias, infamias y calumnias,
y poco a poco se crea un coro que le acompaña en sus giras, mientras los demás
trabajan. Una poetisa frustrada, una antiguo partisano socialista aislado en la
isla mínima con valor desechable, “tonto necio” donde los haya, un pequeño
traidor acosador y su linda acosada. Con este ejército, el “tonto necio” no es
consciente que ya nadie se ríe de sus tonterías, que nadie le sigue, nadie le
contesta, nadie le da importancia alguna. Todos saben que el “tonto necio y sus
secuaces” están muertos, tan solo falta el funeral.
Si alguna vez identificas
a un “tonto necio” ya sabes: responde al necio como merece su necedad, para que
no se estime sabio en su propia opinión y después, apártate de él que no te
lleve por sus caminos de tontería y necedad.
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