domingo, 26 de noviembre de 2023

 EL DESAMOR


El desamor es un sentimiento complejo que ha inspirado innumerables obras literarias, canciones y reflexiones a lo largo de la historia. Es la cara opuesta del amor, una experiencia que puede resultar dolorosa y desgarradora. Cuando el amor se desvanece o se ve truncado, deja a su paso un vacío emocional que puede ser difícil de llenar.

En el corazón del desamor yace la pérdida, ya sea a través de una ruptura, la muerte de un ser querido o simplemente el desgaste gradual de una relación. La sensación de desamor puede manifestarse de diversas maneras: tristeza profunda, nostalgia, desesperanza e incluso ira. Es como si un pedazo de nuestro ser se desprendiera, dejándonos vulnerables y expuestos a una serie de emociones abrumadoras.

La desilusión que acompaña al desamor puede ser especialmente intensa. Las expectativas rotas, los sueños compartidos hechos añicos y las promesas incumplidas son como espinas que se clavan en el corazón, recordándonos lo efímero y frágil que puede ser el amor. A menudo, nos enfrentamos a la difícil tarea de desentrañar los recuerdos compartidos, separando lo que fue de lo que ya no es.

La soledad, una compañera ineludible del desamor, puede ser abrumadora. Aquellos que han experimentado la pérdida de un ser querido o una relación significativa pueden sentirse desconectados del mundo que los rodea. La ausencia del amor que una vez estuvo presente crea un espacio silencioso que resuena con la tristeza y la melancolía.

El desamor también puede llevar a la reflexión profunda sobre uno mismo. Nos enfrentamos a preguntas difíciles sobre nuestra valía, nuestra capacidad para amar y ser amados, y sobre la naturaleza misma del amor. La autenticidad de nuestras relaciones pasadas y presentes se somete a escrutinio, y a menudo nos encontramos cuestionando si alguna vez conocimos verdaderamente a la persona que compartió nuestro afecto.

Sin embargo, el desamor no es un callejón sin salida. A medida que enfrentamos el dolor y la tristeza, también nos abrimos a la posibilidad de crecimiento personal. El proceso de curación puede ser largo y arduo, pero con el tiempo, podemos aprender a apreciar las lecciones que el desamor nos enseña sobre nosotros mismos y sobre la naturaleza de las relaciones humanas.

El desamor, en última instancia, no es solo la pérdida de un amor externo, sino también la oportunidad de encontrar un amor interno más profundo y duradero. A medida que sanamos, descubrimos una fortaleza en nosotros mismos que quizás no sabíamos que teníamos. Aprendemos a amarnos a nosotros mismos de una manera más completa y compasiva, reconociendo que la capacidad de amar y ser amado es una parte fundamental de nuestra condición humana.

En conclusión, el desamor es una experiencia universal que todos enfrentamos en algún momento de nuestras vidas. Aunque puede ser doloroso y desafiante, también nos brinda la oportunidad de crecer, aprender y descubrir un amor más profundo dentro de nosotros mismos. Es un capítulo inevitable en la historia de nuestras vidas, pero no tiene por qué ser el final de la narrativa del amor.

 

jueves, 2 de noviembre de 2023

COMO CONCILIAR EL SUEÑO

 

Con el tiempo todo cambia. Las personas también.
De hecho creo que la única constante del ser humano es el cambio.
Desde que venimos al mundo hasta que regresamos a la tierra, permanecemos en un continuo cambio.


No puedo precisar cuándo me cambio el sueño. Pero ahora duermo a salto de mata, desordenadamente, a intervalos mínimos.

He probado la farmacopea ligera, pero nada, no hay forma de conciliar el sueño. No me atrevo con los fármacos pesados…


Descubrí no hace mucho algo que me induce al sueño, supongo que por el tedio infinito que me produce el algoritmo, cuando buscas algo que sabes que jamás encontrarás en las redes sociales.

 Yo que soy diestro, iba notando, al consumir esos productos, como el dedo pulgar de la mano derecha iba adquiriendo una agilidad extrema en movimientos arriba y abajo mientras los contenidos de apariencia infinita, se iban repitiendo una y otra vez. Parecidos, semejantes, casi iguales. Consciente de que el algoritmo te iba enseñando cosas relacionadas con tus “me gusta” o asuntos que hubiesen llamado tu atención por cualquier motivo.

Nunca hubiera pensado en la cantidad de linternas que existen de no haberme interesado una vez en Facebook por una de ellas.
Después de visitar aquel modelo de linterna que la red me proponía, cada noche al acostarme, cuando accedía  a las redes sociales, me aparecía un aluvión de linternas, miles de ellas por doquier, cuál Amazón o Ali exprés…

Tengo en mi retina aquélla noche, navegando por twitter, me topé con una foto que llamo poderosamente mi atención.

Me interesé por el perfil de la persona que la publicaba.
Me sorprendió que fuese una mujer. Quizás por mis prejuicios o mi educación.

Al ver la foto del perfil y sabedor de que la mayoría de los perfiles exhiben fotos imposibles, irreales o creadas por IA, me quedé un buen rato admirando aquellos preciosos ojos de mirada triste y aquella boca linda mostrando una leve sonrisa.

Recorrí su perfil y enseguida puse todas sus fotos en una carpeta.

Los mismos ojos, la misma sonrisa, el mismo maquillaje. Tan solo cambiaba la luz, el ambiente y la ropa.

Recordé con rapidez (salvando toda distancia) lo que habría podido pensar Leonardo da Vinci, la primera vez que se topó con Lisa Gherardini, esposa de Francesco del Giocondo.

 Fuera lo que fuese, lo que plasmó en su obra la Gioconda o mona lisa, seguro que tuvo que ver con lo mismo que yo vi en esa serie de selfies de la mujer de Facebook.

Una de sus fotos me conecto directamente con Morfeo.
Lo primero que hice al despertarme fue comprobar si todo aquello de la noche anterior  no había sido un sueño.

Encendí mi portátil y allí estaba la carpeta con más de 80 retratos de aquella mujer de una extraña belleza.

De pronto noté como si nos hubiésemos conocido en otras vidas. Quise que fuera mía, mi último amor. Al final no pudo ser.

Le puse un mensaje intranscendente al que contestó con rapidez.
Mi ritmo cardiaco aumentó notablemente.

En menos de una semana ya había entre nosotros una conexión muy especial. Era como tirarse por un precipicio de profundidad infinita.
Pero nos dejamos llevar.

Durante meses tuvimos largas conversaciones hasta altas horas de la madrugada, lo que hacía que las tres o cuatro horas de sueño, fuesen seguidas y de calidad.

Para que después se diga que las redes sociales no sirven para nada. A mí me producen sueño y sinsabores. Ahí me encontraréis por las noches.

sábado, 14 de octubre de 2023

LAS HORMIGAS

El sol se alzaba en el horizonte, despejando las sombras que habían envuelto el jardín durante la noche. Me senté en el césped, con una taza de café caliente en una mano y un cuaderno en la otra por si la creatividad se hacía presente para escribir un nuevo podcast.

Observé el pequeño hormiguero que se había formado cerca del invernadero. Me llamaba la atención cómo las hormigas trabajaban sin descanso, moviéndose en un vaivén constante de ida y vuelta. Aquel rincón de la finca era un verdadero mundo en miniatura.

El hormiguero parecía un caótico laberinto, pero estaba convencido de la existencia de un orden milimétrico detrás de la aparente confusión que había.

Admiraba la precisión con la que las hormigas se movían, cada una cumpliendo su función de manera impecable. Algunas de ellas cargaban pedacitos de hojas, mientras otras transportaban migajas de comida. La coordinación era asombrosa, como si cada hormiga supiera exactamente qué hacer sin necesidad de comunicarse verbalmente ni de revivir órdenes de nadie.

Contemplaba el trabajo de las hormigas como si estuviera viendo una obra de teatro. Era como un ballet coreografiado por la naturaleza. Me preguntaba si las hormigas eran conscientes de la importancia de su labor. ¿Sabían que estaban construyendo y manteniendo un hogar? ¿O simplemente seguían un instinto sin cuestionar su propósito?

A medida que pasaban los minutos, comencé a notar detalles que no había percibido antes. Algunas hormigas tropezaban y caían, pero inmediatamente otras acudían en su ayuda, ayudándolas a levantarse y continuar su camino. Era un ejemplo de solidaridad en su forma más pura. Entonces anoté en mi cuaderno: "Lecciones de trabajo en equipo de las hormigas".

El hormiguero parecía una metrópolis en constante movimiento. Las hormigas entraban y salían de túneles subterráneos, llevando consigo las pequeñas partículas de tierra que habían excavado.

Me asombré ante la eficiencia con la que construían su mundo bajo tierra. Era un recordatorio de la capacidad de la naturaleza para adaptarse y crear, incluso en las condiciones más desafiantes.

A medida que el sol ascendía en el cielo, las sombras se acortaban y las temperaturas aumentaban.

Noté entonces que algunas hormigas llevaban hojas más grandes, lo que me hizo pensar que estaban preparándose para enfrentar la jornada calurosa. Era como si fueran expertos en logística, anticipando las necesidades de su comunidad y actuando en consecuencia.

En medio de la contemplación, me di cuenta de que las hormigas eran un recordatorio de la importancia de la constancia y la dedicación en la vida.

A menudo, en mi ajetreada rutina, me sentía abrumado por la urgencia de las tareas diarias. Pero al observar a estas pequeñas criaturas, comprendí que el trabajo constante y bien coordinado podía lograr grandes cosas.

Mientras las hormigas continuaban su incansable labor, terminé mi taza de café y cerré mi cuaderno.

Me levanté del césped con una sensación de paz y admiración. Aquel pequeño hormiguero en le finca me había brindado una lección valiosa sobre la importancia del trabajo en equipo, la adaptabilidad y la dedicación.

Era un recordatorio de que, a veces, basta con detenerse y contemplar el mundo que nos rodea para encontrar inspiración en las cosas más simples.

Me comprometí entonces a aplicar estas lecciones en la vida cotidiana y a recordar a menudo el asombroso espectáculo de las hormigas en la naturaleza.

lunes, 28 de agosto de 2023

 LAS BUENAS PERSONAS


La noche anterior, había tenido varias pesadillas de esas que dejan huella. En una de ellas me caí de la cama, originándome una importante herida en la rodilla izquierda.

En mis pesadillas nocturnas, siempre peleo con alguien, contra alguien o contra muchos. Jamás recuerdo sus caras ni los motivos de las gestas.

Las peleas son duras. Al despertar de la pesadilla, sudoroso por el esfuerzo de la batalla y angustiado por no saber el motivo de la misma, suelo dedicarle algunos minutos a recoger los pedazos de los objetos que salen dañados, como si fuesen los molinos de viento contra los que peleaba el hidalgo caballero: las lámparas de las mesillas de noche, las gafas, algún libro, el reloj despertador, el móvil, los clínex y cualquier otro objeto que estuviera cerca de la contienda. Algunos van directos a la basura, otros se recuperan al día siguiente con loctite y el resto, sencillamente se ordena en su lugar. Lo más difícil de recomponer es la serenidad, mientras el pulso galopa a más de 130 pulsaciones por minuto y crece la angustia.

Casi siempre suelo pasar de largo por el espejo del baño principal de la casa. Lo indispensable para afeitarme y quitarme los insidiosos pelos que a traición me salen en las orejas y en la nariz.

Esa mañana, una fuerza misteriosa, me puso cara a cara con el espejo del baño principal. Tras unos minutos observando fijamente aquélla imagen que el espejo me devolvía, pasó la película de mi vida: lo que es, lo que fue y especialmente, lo que pudo haber sido.

Lo decía mi madre con frecuencia: “HIJO, EMPIEZA EL DÍA CON EL PIÉ DERECHO”. Muchas veces lo intenté, como un ritual. Salía de casa con el pié derecho. Salía a la calle, con el pié derecho, pensando que así la suerte estaría de mi parte. Lo cierto es que siempre tuve mucha, mucha suerte, pero de la mala. Empezar el día con el pie derecho, no aportaba nada, salvo las palabras siempre recordadas de quien te quería y te deseaba suerte, a su manera.

Me salvé del espejo del baño principal, pero no de mi mala sombra. Salí a la calle desesperado, me habían pronosticado una mala enfermedad, necesitaba con urgencia una cirugía. En lo público y lo concertado, me pedían informes, algunos de ellos imposibles de conseguir. No había tiempo que perder.

Un hospital privado de otra CCAA, me proponía un quirófano, un robot manejado por un experimentado cirujano para esa misma semana. A cambio me pedían 20.000 euros, que lógicamente no tenía.

Sí, había salido con el pie derecho a la calle ese día. No sabía a quién dirigirme ni que hacer. Después de juntar dineros prestados y rascar en las cuentas corrientes, era imposible, me faltaban 8000 euros ya no había de donde sacar. El hospital pedía la pasta por adelantado.

Las buenas personas están ahí, no hay que buscarlas. Me había encontrado con alguien muy especial a quien conté mis problemas de salud y las dificultades con la sanidad. Enseguida se puso a mi disposición y le faltó tiempo para dejarme el resto que me faltaba. Lo más importante me dio 10 años para devolver el dinero.

¿Cuántos más lo habrían hecho? NINGUNO.

Esas personas que están ahí y te dan la vida, como así fue, son las buenas personas por las que la vida vale la pena.

Gracias por tu apoyo y gracias a todas las personas que están dispuestas a sacrificarse desinteresadamente por los demás.

La vida sigue