NO PODEMOS DEJARLES PASAR
Nos dijeron que sabiendo más, caeríamos menos. Nos prometieron que la universidad nos haría libres. Pero aquí estamos: con másters y doctorados votando a quienes admiran al verdugo.
Gente formada, sí, pero no pensante. Listos, pero huecos. Cultos de título, incultos de memoria.
La desinformación no entra por falta de libros, entra por falta de espíritu. Por pereza de contrastar, por el placer mórbido de sentirse víctima.
Un bulo es una infección. No necesita pruebas, solo miedo. Y hoy el miedo lo venden en fascículos en portadas brillantes y cadenas de WhatsApp.
Los fascistas ya no necesitan uniformes, les basta con micrófonos, platós y trending topic. Y una ciudadanía que no recuerda, o que no quiere recordar.
Francisco Franco, el asesino que firmaba sentencias como quien riega plantas, tiene nietos ideológicos en los parlamentos, en los debates, en los aplausos.
Y lo terrible no es que existan, lo terrible es que los votan. Médicos, ingenieros, profesores… ¿De qué sirvieron los libros si no aprendiste a pensar?
La extrema derecha no es nueva. Solo ha cambiado de piel. Promete orden, y da golpes. Promete libertad, y encierra.
¿Tan frágil era nuestra democracia que bastaron unos años de memes para romperla desde dentro? ¿Tanto miedo tenemos a la igualdad?
Nos piden retroceder, enterrar derechos como quien arranca malas hierbas. Lo llaman “sentido común”, pero es odio maquillado de decencia.
¿Será necesario perderlo todo otra vez? ¿Volver a cárceles, mordazas, exilios, para que cuatro gilipollas entiendan que esto ya pasó y acabó en sangre?
La prensa, secuestrada por el capital, normaliza la barbarie, pone cara humana al odio, lo presenta como “una opción más”.
Pero no lo es. No es lo mismo pedir justicia social que pedir que el diferente calle. No es lo mismo izquierda y derecha cuando una odia.
La historia no se
repite, se deforma, se desdibuja, se convierte en sombra,
y en la sombra es donde crece el fascismo.
Leer no es un lujo: es un deber. Pensar es desobedecer. Y desobedecer hoy es no dejarse arrastrar por la comodidad del odio.
Reaccionar no es radical. Radical es permitir que vuelvan los de siempre, con su bandera de mentiras, su nostalgia de sangre, su cruz de plomo.
hay un campo de concentración que aún no ha sido construido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario