En los últimos tiempos voy constatando que mi rincón preferido de la casa es la cama.
Sentarme sobre la cama cuando vuelvo de la calle es mi acción preferida a cualquier hora del día o de la noche.
Con un cierto ritual me descalzo, me desvisto, me pongo esa ropa horrible y cómoda de andar por casa. Entonces me siento sobre de la cama rodeado de cojines.
Frente a mí, aquella Marina, nórdica, llena de casas y barcos sobre cartón pluma. En primer plano, un puerto con barcos deportivos atracados en él. En segundo plano, al fondo, una montaña bien poblada de casas iluminadas por sus luces nocturnas.
Sobre la cómoda de color blanco, observo Varios objetos, ocupando la encimera de la misma: un aparato de radio de los años 80 que recuerdo me regalaron por comprar la enciclopedia LAROUSSE. Ni tan siquiera me he molestado en saber si funciona. Simplemente está ahí, haciéndome compañía y ocupando un espacio.
Sobre la mini cadena, cuatro velas aromáticas, de esas que solo enciendes cuando tienes compañía. Sí he decidido encenderlas más a menudo. Quizás las sombras que produce el tintineo de las velas, me hagan compañía en esos momentos de soledad malintencionada.
Sobre la cómoda hay además de las velas, otras cuantas cosas que se pelean por atrapar el polvo de la habitación y que podría describir con los ojos cerrados.
Me siento, las observo una y otra vez, como si fuese la primera vez que miró para ellos. Los veo inermes, desarmados, sin sentido de ser ni de existir.
Una música lejana, apenas imperceptible suena de fondo desde un pequeño despertador sobre la mesilla de noche, a la derecha de la cama sobre la que permanezco medio sentado horas y horas.
El tiempo se evapora mientras observo todos los objetos que están delante de mí.
Con frecuencia me pregunto qué hay detrás de cada una de esas cosas, de esa marina colgada sobre la pared, que hay detrás de cada una de las cosas que tenemos y que no usamos.
Soy consciente de cada vez necesito menos espacio, menos cosas, menos objetos. ¿que será cuando ya no haya ninguno?
Entonces miraré la pared vacía y me preguntaré que hay detrás de esa pintura blanca, amarillenta por el paso de los años. Sé que hay otra habitación y detrás de esta la nada.
Hay muchas cosas inútiles alrededor nuestro, que tan solo tocamos para limpiarlas de cuando en cuando.
Nunca utilice pañuelos de tela. Sin embargo, mi madre tenía la costumbre de regalarme pañuelos bordados a mano con la inicial de mi nombre.
Buscando una camiseta, en el cajón de las camisetas… Encontré un puñado de esos pañuelos bordados a mano, sin estrenar, algo amarillentos por el paso del tiempo en el cajón.
Me anime y tras un buen lavado y un planchado los he vuelto a guardar en el mismo cajón.
Mientras hice esa operación recordé el cariño con el que mi madre los bordo para mí. También puedo recordar el tiempo y la vista que gastó bordando esos pañuelos y otros bordados magníficos.
Cuántas horas cuánto tiempo perdido en esa tarea, y si, ahí están flamantes, Solo les tengo a ellos. Mi madre ya no está.
Al menos nunca sabrá que yo utilizo pañuelos de papel, de esos de usar y tirar que no significan nada para mí. Sin embargo, guardo celosamente los suyos, aunque no sé para qué. Prometo regalarte uno la próxima vez que te vea
Así nos pasamos la vida preguntándonos que hay detrás de cada cosa, que hay a la vuelta de la esquina, cuál es el sentido de la vida…
Desde luego no son las cosas, puede que sean las personas, aunque las personas vienen y van. Pocas se quedan y las que se quedan, casi siempre terminan huyendo. Es tan difícil mantener el tipo en los tiempos que corren…
También puedes escucharlo en audio en: https://youtu.be/xRlHifxd7r4
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