SANA, SANA CON UNTO DE RANA.
Estas eran las palabras mágicas que pronunciaba mi madre para atenuar mi dolor de tripa, mientras con sus cálidas manos daba un masaje circular en mi pequeño vientre… Sana, sana, con unto de rana, si no sanas hoy, sanarás mañana…
Mientras el dolor iba remitiendo por momentos, yo me preguntaba una y otra vez como se podría obtener el unto de rana… y cómo algo así podía librarme de aquél horrible dolor de barriga.
Conocíamos muy bien en casa el unto de cerdo. Y el tocino de cerdo, lo conocíamos muy bien porque con el unto, mi madre preparaba un caldo gallego riquísimo, caliente, sabroso, curativo… Pero recuerdo que siempre estábamos vigilantes mi hermano y yo, por si nos topábamos entre los grelos y las patatas, un trozo de aquél unto que se nos antojaba nauseabundo por su aspecto grasiento y blanquecino… Nada, nunca encontrábamos nada era increíble, el unto estaba en la olla, pero nadie lo podía ver…
Igual que cuando mi madre me frotaba el vientre… solo que con la grasa o el unto de una rana… era invisible y mágico, porque el dolor se iba disipando al tiempo que mi madre repetía una y otra vez: sana sana con unto de rana, si no sanas hoy, sanaras mañana.
Cuanta sicología había en nuestras madres, que apenas sabían leer y escribir… y que poco saben nuestros hijos universitarios, a pesar de su gran formación, tienen la cabeza abotargada por las redes sociales, y la red de redes.
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