sábado, 8 de abril de 2023

 

FLECHAZO TARDÍO


Terminaba de ponerse el sol. Era viernes, el 17 de febrero. Mi mente empezaba a darle vueltas a la idea de mi presencia en este mundo convulso. Era la tónica general de los fines de semana, en los que, por decreto impuesto, debía de soportar, que la persona especial de mi vida, se los dedicase íntegros a otros señores.

En la soledad de mi casa, sin saber qué hacer, encendí el ordenata y me metí en la cuenta de twitter, con la sola idea de eliminar de mi cabeza aquél pensamiento tortuoso.

La noria de twitter iba arriba y abajo en un movimiento sin fin. Se repetían una y otra vez las imágenes y los comentarios mientras en mi cabeza se iba produciendo un encefalograma plano que me hacía olvidar mi desgracia existencia.

De pronto una imagen sorprendentemente escatológica, llamó mi atención. Se trataba de una mujer vestida de monja, con el hábito remangado dejando a la vista su pierna y muslo derecho, orinando sobre un gran crucifijo de madera negro. La foto me impactó por su contenido y su belleza.

Miré quien la publicaba, era una mujer. Le mandé un twit: “…¿Interesante foto, sabes quién es el autor? Enseguida la mujer que había publicado la foto me respondió: No, no tengo ni idea. Sobre este particular, nos enviamos nos cuantos mensajes que se habían hecho eternos, pues entre cada pregunta y su respuesta había largos silencios.

Entonces, sin pensarlo demasiado le pasé mi número de teléfono en la idea de que pudiéramos profundizar sobre la foto de forma ágil y rápida. No pensé en las posibles consecuencias que ello podría acarrear.

A la mañana siguiente; NALA me puso una WhatsApp en el que me agradecía que hubiera pasado el móvil para hablar sobre la foto. Sólo dos o tres mensajes y se despidió para cuando estuviera más libre.

En ese momento sentí un no sé qué, que me sorprendió agradablemente. Debería decir que sentí algo especialmente profundo que no recordaba haber sentido antes.

Por la tarde me envió unos mensajes y nos tiramos más de tres horas hablando. Ya la foto de la monja meando sobre la cruz de madera, había pasado a mejor vida. Comenzamos a hablar de nuestras aficiones y nuestros gustos sobre esto y lo otro.

Le dije que me parecía que tenía unos ojos tristes en una de sus fotos del perfil. Me contestó que no era feliz ni estaba tranquila. Me dio un vuelco el corazón. Aquella mujer hermosa y joven no era feliz.

Quise interesarme por su malaventura y me puse a su disposición para lo que fuere necesario. Así lo hice. Hablamos durante casi un mes. Nos curamos los dos del mismo mal que padecíamos.

Nunca pensé que sería tan fácil enamorarse de alguien a quien nunca viste en persona.

 

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