lunes, 1 de diciembre de 2025

 CUANDO TE HACES VIEJO

Reconozco que hubo momentos interesantes en mi vida. Reconozco también, que por mi vida pasaron personas cautivadoras, inteligentes, intelectuales, escritores y escritoras, artistas y algún que otro genio. Es justo reconocer lo que es verdad.

Reconozco igualmente el tiempo dedicado inaceptablemente a personas que no lo merecían, en un intento de hacer una obra social con la humanidad. No, no lo conseguí. Había olvidado aquél principio que decía, que es imposible ayudar a quien no desea ser ayudado. Lamento que esas personas sigan sueltas por el mundo haciendo daño por doquier, en cierto modo me siento responsable.

Repasé los cientos de fotografías que tengo en mis archivos digitales. Pasé horas en esa tarea de eliminar cualquier imagen de gente dañina la que conocí. Al finalizar el cribado, mis archivos quedaron diezmados, limpios de basura. Sentí un alivio infinito. Como si eliminando esas imágenes hubiese limpiado mi esencia. Pero el tiempo invertido con esa gentuza, ahí quedó, sepultado para siempre.

Las cosas importantes de la vida siempre son registradas en situaciones inesperadas, en momentos intranscendentes en los que no esperas otra cosa que la acción instantánea que estás realizando.

Me contaba una buena amiga que cierto día estaba en la ducha matinal, preparándose para ir al trabajo, y notó, al pasar la mano enjabonada por uno de sus pechos, un extraño bulto que nunca había detectado. Ese día no acudió al trabajo, de pronto navegaba por un mar de dudas e incertidumbres, mientras que un ataque de ansiedad repentino se apoderó de su mente. En los días siguientes tuvo su primer diagnóstico de cáncer. Qué forma tan estúpida y casual toparse con el enemigo.

Y es que todo llega. Todo. Sin embargo, vivimos tan acelerados que pasamos tantas cosas por alto, que súbitamente y sin saber apenas cómo, nos encontramos con nosotros mismos, cara cara, sin nadie al lado, solos; y es ahí cuando siempre suceden las cosas importantes, o mejor dicho cuando las cosas que de algún modo sabíamos de su existencia, las constatamos.

El cuerpo te va advirtiendo de su oxidación a partir de los 35. A esa edad ¿quién piensa en que su cuerpo físico esta comenzado el camino de regreso? Nadie absolutamente nadie. Así las cosas, la naturaleza es sabia y poco a poco vas notando que hay cosas que antes hacías con facilidad extrema y de pronto ya no puedes ejecutarlas tan alegremente.

Haces repaso rápido del tiempo invertido en vano con las personas equivocadas, y, aunque sabes que no es posible recuperarlo, sí puedes mejorar el resto que te que queda por vivir, aunque puede que el azar te tenga reservada alguna sorpresa de última hora.

Ayer después de afeitarme y ponerme un poco de loción en la cara, me puse las gafas para comprobar el apurado de la cuchilla. Si, efectivamente un buen apurado. Sin embargo, no reconocí la imagen que el espejo devolvía de mi persona.

Tras un ligero desvanecimiento, la imagen del espejo se volvió nítida de nuevo. No había nadie más, luego la imagen del espejo era la mía. Me aproximé por observarme más de cerca, pero no había arrugas nuevas. El pelo seguía gris tirando a blanco, como siempre. Pero ahí, justo ahí y en ese momento, supe sin lugar a ninguna duda que ya era UN VIEJO.

Si lo deseas también puedes escucharlo en audio: 

 https://youtu.be/6j0F8pbfvM8

 

 

LA DIFERENCIA ENTRE SABER Y CONSTATAR

La diferencia entre saber que nos están mintiendo y constatar la mentira, la traición o el agravio, es esencial para entender la complejidad de la comunicación humana y la confianza en las relaciones interpersonales. Saber que nos mienten implica tener un sentido de desconfianza o duda sobre la veracidad de la información que se nos está proporcionando, mientras que constatar la mentira implica confirmar de manera activa y con pruebas la falta de veracidad en lo que se nos ha dicho o hecho.

Cuando sabemos que nos están mintiendo, a menudo estamos interpretando señales no verbales, inconsistencias en la narrativa o patrones de comportamiento que sugieren engaño. Este conocimiento puede basarse en la intuición, la experiencia pasada o la observación aguda, en comentarios ajenos. Sin embargo, el simple hecho de sospechar una mentira no proporciona evidencia concreta de la falsedad de la afirmación.

Por otro lado, constatar la mentira o el agravio, implica buscar pruebas tangibles que respalden o refuten la veracidad de la información. Esto puede implicar investigar más a fondo, recopilar datos adicionales, confrontar al individuo que miente o corroborar a través de  fuentes externas. La constatación va más allá de la intuición y busca validar de manera activa la realidad de la situación.

Un ejemplo común de saber que nos están mintiendo es cuando percibimos signos de evasión, nerviosismo o falta de coherencia en la comunicación de otra persona. Podemos notar cambios en el tono de voz, movimientos corporales inusuales o la falta de contacto visual. Estas señales pueden activar nuestras alarmas intuitivas y hacernos sospechar de la veracidad de la información que estamos recibiendo.

Sin embargo, constatar la mentira implica reunir pruebas que respalden nuestras sospechas. Esto podría implicar verificar hechos con otras fuentes, revisar registros o comunicarse directamente con personas relacionadas con la situación. La constatación nos brinda una base más sólida para tomar decisiones informadas y abordar la situación de manera efectiva.

La diferencia entre saber que nos mienten y constatar la mentira es especialmente relevante en situaciones en las que la confianza está en juego, como en relaciones personales o profesionales. La constatación de una mentira puede ser crucial para tomar decisiones informadas sobre la continuidad de una amistad, una asociación comercial o incluso en cuestiones legales.

Es importante destacar que, en algunos casos, constatar la mentira puede no ser posible debido a la falta de evidencia concreta o a la habilidad del mentiroso para encubrir sus engaños. En estas situaciones, la capacidad de discernir la verdad puede depender en gran medida de la confianza en la relación o en la evaluación de patrones de comportamiento a lo largo del tiempo.

Saber que nos están mintiendo implica una sensación de desconfianza basada en señales y percepciones, comentarios, etc. Saber que nos mienten, siempre deja una duda abierta al reencuentro.

Constatar la mentira implica validar activamente la falta de veracidad mediante la búsqueda de pruebas concretas. La constatación no deja duda alguna, es definitiva. Ante la constatación de una mentira o traición, siempre hay una toma de decisión definitiva. No obstante, como decía Ciorán, no hacemos otra cosa, que constatar lo que ya sabíamos. Y que la mentira y la traición tienen poco recorrido.

Si lo deseas, puedes escucharlo en audio: https://youtu.be/bLUISwCRq2E  

 

 ¿QUE HAY DETRÁS DE LAS COSAS?

En los últimos tiempos voy constatando que mi rincón preferido de la casa es la cama.

Sentarme sobre la cama cuando vuelvo de la calle es mi acción preferida a cualquier hora del día o de la noche.

Con un cierto ritual me descalzo, me desvisto, me pongo esa ropa horrible y cómoda de andar por casa. Entonces me siento sobre de la cama rodeado de cojines.

Frente a mí, aquella Marina, nórdica, llena de casas y barcos sobre cartón pluma. En primer plano, un puerto con barcos deportivos atracados en él. En segundo plano, al fondo, una montaña bien poblada de casas iluminadas por sus luces nocturnas.

Sobre la cómoda de color blanco, observo Varios objetos, ocupando la encimera de la misma: un aparato de radio de los años 80 que recuerdo me regalaron por comprar la enciclopedia LAROUSSE. Ni tan siquiera me he molestado en saber si funciona. Simplemente está ahí, haciéndome compañía y ocupando un espacio.

Sobre la mini cadena, cuatro velas aromáticas, de esas que solo enciendes cuando tienes compañía. Sí he decidido encenderlas más a menudo. Quizás las sombras que produce el tintineo de las velas, me hagan compañía en esos momentos de soledad malintencionada.

Sobre la cómoda hay además de las velas, otras cuantas cosas que se pelean por atrapar el polvo de la habitación y que podría describir con los ojos cerrados.

Me siento, las observo una y otra vez, como si fuese la primera vez que miró para ellos. Los veo inermes, desarmados, sin sentido de ser ni de existir.

Una música lejana, apenas imperceptible suena de fondo desde un pequeño despertador sobre la mesilla de noche, a la derecha de la cama sobre la que permanezco medio sentado horas y horas.

El tiempo se evapora mientras observo todos los objetos que están delante de mí. 

Con frecuencia me pregunto qué hay detrás de cada una de esas cosas, de esa marina colgada sobre la pared, que hay detrás de cada una de las cosas que tenemos y que no usamos.

 Soy consciente de cada vez necesito menos espacio, menos cosas, menos objetos.  ¿que será cuando ya no haya ninguno? 

Entonces miraré la pared vacía y me preguntaré que hay detrás de esa pintura blanca, amarillenta por el paso de los años. Sé que hay otra habitación y detrás de esta la nada.

Hay muchas cosas inútiles alrededor nuestro, que tan solo tocamos para limpiarlas de cuando en cuando.

Nunca utilice pañuelos de tela. Sin embargo, mi madre tenía la costumbre de regalarme pañuelos bordados a mano con la inicial de mi nombre.

Buscando una camiseta, en el cajón de las camisetas… Encontré un puñado de esos pañuelos bordados a mano, sin estrenar, algo amarillentos por el paso del tiempo en el cajón.

Me anime y tras un buen lavado y un planchado los he vuelto a guardar en el mismo cajón.

Mientras hice esa operación recordé el cariño con el que mi madre los bordo para mí. También puedo recordar el tiempo y la vista que gastó bordando esos pañuelos y otros bordados magníficos.

Cuántas horas cuánto tiempo perdido en esa tarea, y si, ahí están flamantes, Solo les tengo a ellos. Mi madre ya no está.

Al menos nunca sabrá que yo utilizo pañuelos de papel, de esos de usar y tirar que no significan nada para mí. Sin embargo, guardo celosamente los suyos, aunque no sé para qué. Prometo regalarte uno la próxima vez que te vea

Así nos pasamos la vida preguntándonos que hay detrás de cada cosa, que hay a la vuelta de la esquina, cuál es el sentido de la vida…

Desde luego no son las cosas, puede que sean las personas, aunque las personas vienen y van. Pocas se quedan y las que se quedan, casi siempre terminan huyendo. Es tan difícil mantener el tipo en los tiempos que corren…

También puedes escucharlo en audio en:  https://youtu.be/xRlHifxd7r4  

 LA EVOLUCIÓN DE LA VALENTÍA

Del Guerrero al Trabajador Resistente

A lo largo de la historia, el concepto de valentía ha evolucionado de manera significativa, adaptándose a los tiempos y circunstancias de cada sociedad. En la antigüedad, la valentía se asociaba con la fuerza física y la capacidad de enfrentar el peligro en la guerra. Los héroes eran guerreros, conquistadores y aventureros que desafiaban la muerte en busca de gloria. Sin embargo, en el mundo contemporáneo, el significado de la valentía ha cambiado drásticamente, y hoy en día, ser verdaderamente valiente es resistir las dificultades del día a día, especialmente cuando se trata de sobrevivir con un salario limitado sin perder la dignidad ni la libertad.

En la sociedad feudal, la valentía se asociaba con el honor y la lealtad. Los caballeros eran considerados valientes porque defendían sus tierras y su linaje, enfrentando a sus enemigos con espadas y armaduras. En tiempos de revoluciones, la valentía se transformó en la lucha por la justicia, la independencia y la igualdad. Hombres y mujeres que se alzaron contra la opresión fueron considerados héroes valientes. Con la llegada de la modernidad, la valentía también se manifestó en el ámbito político y social, donde figuras como Mahatma Gandhi y Martin Luther King Jr. demostraron que la resistencia pacífica también es una forma de coraje.

Hoy en día, en un mundo donde la estabilidad económica es un desafío constante, la verdadera valentía ya no reside en la batalla física, sino en la capacidad de resistir las dificultades cotidianas sin perder la dignidad. En este contexto, el trabajador que con un salario de 1180€ es capaz de mantenerse en libertad representa una de las formas más puras de valentía. No se trata solo de sobrevivir, sino de vivir con integridad, sin renunciar a su autonomía ni ser esclavo del sistema.

Este trabajador enfrenta una batalla diaria: el alto costo de la vida, el acceso a una vivienda digna, el transporte, la alimentación y el ocio, todo mientras intenta no sucumbir a la alienación que impone el capitalismo. Su valentía radica en la capacidad de gestionar sus recursos con inteligencia, en la fortaleza para rechazar la explotación y en la determinación de mantener sus principios a pesar de las dificultades económicas.

Ser valiente en la actualidad no es arriesgar la vida en el campo de batalla, sino atreverse a vivir con dignidad en un mundo que constantemente presiona a las personas para que se conformen con la precariedad. Es no permitir que la escasez de recursos determine la calidad de su existencia. Es buscar alternativas, desarrollar la creatividad, encontrar formas de resistencia ante un sistema que a menudo parece estar diseñado para hacer fracasar a quienes tienen menos oportunidades.

El trabajador que logra mantenerse libre con un salario ajustado desafía las reglas del juego y se convierte en un verdadero resistente. Su lucha no se libra con armas, sino con decisión, organización y una voluntad inquebrantable. La valentía ya no es solo un acto de heroísmo momentáneo, sino una forma de vida, una constante reafirmación de que la libertad no es un lujo, sino un derecho innegociable.

En definitiva, la evolución del concepto de valentía nos muestra que hoy, en la era de la precariedad económica y la lucha por la dignidad, el verdadero héroe no es el que empuña una espada, sino el que, con 1180€ al mes, logra mantenerse de pie y vivir en libertad.

 así lo hace una mujer excepcional que he conocido no hace demasiado tiempo, que, renunciando a una vida cómoda por sentir lo que es la verdadera libertad, se ha convertido en una auténtica luchadora resistente, para ser la dueña de su destino, por complicado que éste sea. Con un ejercito de personas así, trabajadoras, valientes y resistentes que no se resignan a perder su esencia y su libertad, se puede cambiar el mundo.

También podrás escucharlo en:  https://youtu.be/fjt1lITT5fc