viernes, 6 de enero de 2023

ANUNCIOS POR PALABRAS

 

Después que ella desapareciese de mi vida para siempre, advertí que nada tenía sentido. Mi existencia se convirtió en un infierno, mayor si cabe que cuando estaba con ella. Nuestra relación era muy complicada.

No podía conciliar el sueño, apenas dormía un par de horas al día, aunque después, a lo largo de la jornada, dormitaba en cualquier esquina de la casa. Dejé de hacer comidas y me alimentaba de las tapas que daban en los bares. Solamente salía de casa a la hora de comer para ponerme ciego de vinos. en menos de un mes engorde 6 kilos.

Apenas podía articular palabra, mi voz no tenía consistencia y eso era debido a que no hablaba con nadie. Tan solo había una cosa que no me costaba trabajo hacer: quedarme mirando a la pared de enfrente de mi cama durante horas intentando dejar mi mente en blanco, sin pensar en nada.

Al caer la noche, todos los fantasmas de mi mente se volvían a reunir para recordarme lo desgraciado y solo que me sentía.

 Un día puse un anuncio por dentro del cristal de mi coche, por ver si mi suerte cambiaba. “Hombre de 55 años. Divorciado. Busca una mujer con fines matrimoniales”. Añadí mi teléfono.

En poco tiempo empecé a recibir llamadas de todo tipo. Acudí a todas las citas. Mujeres jóvenes, viejas, altas, bajas, guapas, feas, gordas, delgadas… Recibí 25 citas en tan solo 15 días.

Las mujeres que me llamaban, poco querían saber de matrimonio ni de relaciones serias. Con todas ellas tuve que rendir cuentas íntimas. Yo ya no estaba para esos circos y se me notaba demasiado acabado, aunque confieso que la cosa tenía su gracia.

Maruja, una mujer de 50 años, lozana, saludable, guapa, soltera, me sorprendió: ¿Qué tal el tema sexual? Le pregunté. Ella me respondió muy escueto: no sé, no lo he probado nunca.

Fui directo a por ella, con mucho interés, a fin de cuentas, nunca había estado con alguien así.

Fuimos de beso en beso y de revolcón en revolcón. Poco a poco fuimos quedándonos sin ropa. Me pareció que mis problemas empezaban a disiparse por momentos. Ya sabéis un clavo quita otro clavo. Empecé a creer que mi suerte estaba cambiando.

Estaba de espaldas a mí cuando por fin pude quitarle el tanga. Mis manos fueron directas a su zona íntima. Algo duro y grande entre sus piernas. Me quedé paralizado, congelado. Maruja se volvió sobre mí y lenta pero inevitablemente, se encargó de llevarme al cielo.

Nunca volveré a anunciar mis necesidades y menos aún tendré una nueva cita, sin antes ver las credenciales de las candidatas. todas sus credenciales

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