jueves, 5 de enero de 2023

 DISPARO DIRECTO AL CORAZÓN

Después de nuestra infranqueable ruptura, aquélla noche gélida, en el parking del Carrefour, justo la noche antes de que los niños de san Ildefonso cantasen la lotería de navidad, mi alma quedo desolada.

Los días y los meses posteriores la busque por todos los lugares que frecuentábamos, por todos los sitios que juntos recorrimos agarrados de la mano.

No pude asumir que me dejase con aquéllas hirientes palabras al tiempo que me devolvía las llaves de mí casa: ya no siento nada por ti.

Se me congeló la sangre. No pude articular palabra. No podía ser cierto que, en cuestión de minutos, los sentimientos se pudieran esfumar de tal manera.

Me asaltaron entonces mil dudas, quizás nunca me había amado y aquellos 16 años de intensa relación fueran una gran mentira.

Después de meses de búsqueda, la encontré por casualidad en aquella primavera soleada, cuando ya había desechado toda probabilidad de encontrarla. Solo deseaba verla una vez más, antes de desaparecer para siempre. Frecuentaba el parque central. Pude observarla durante días. Cada día, ocupaba el banco de la derecha de la fuente. Sacaba su libro y se entregaba a la lectura, ajena a todo.

Pude desde mi escondite, tener un blanco perfecto.

 Disparé directo al corazón. Pude congelar su rostro en el negativo de mi vieja cámara fotográfica. Aquél disparo congeló el tiempo y la hice mía para la eternidad.

 

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