NOCHE DE REYES Y SOTAS
Según la tradición, esta noche se produce un hecho extraordinario en millones de “hogares” del mundo. Esta noche vienen los reyes magos de oriente cargados de regalos.
Son las 19.13 del día 5 de enero. Acabo de llegar a casa. Entro en mi habitación en busca de las zapatillas y una ropa cómoda. Hoy ya no saldré de nuevo a la calle.
Mi cama revuelta de la noche anterior, sin hacer. Miro el termómetro del salón y marca 15 grados centígrados. Hoy me regalaré unas dos o tres horas de calefacción. Espero que la temperatura suba a 19 grados. Después apagaré para no gastar lo que no puedo pagar.
En la cocina, el frigorífico medio vacío, como ya es costumbre. Menos mal que hay fruta y nueces. Será mi cena, como la de muchos días.
Enciendo el ordenador, capturo una wifi del vecindario y me dispongo a escribir este PODCAST para vosotros, con la esperanza de que lo podáis oír y lo podáis compartir con vuestros amigos y amigas.
Tengo el Word pirata y de vez en cuando se me cuelga y tengo que empezar de nuevo. Ahora la pantalla está en blanco, cierro los ojos y espero tener alguna idea que aportar. Hoy no se me ocurre nada. Tecleo la letra h y lleno la pantalla de haches, la borro y vuelta a empezar.
Pienso en los reyes y soy republicano. Enseguida pienso en las sotas o en los caballos. Si toda esa gran mentira de los reyes magos fuera cierta, entonces para un día como el de hoy, pediría unas horas de compañía y conversación, un abrazo, una caricia, un beso. Pediría, que el amor regresara a mi desierto espacio vital, que la soledad se desvaneciese por unos instantes.
El vecino de arriba ha regresado a casa, los gritos de sus hijos y el ladrido insistente de su perro, llaman mi atención. Dejo de escribir haches y comienzo a escribir este deshilvanado relato. Subo la música para esquivar los ladridos del perro pero nada de nada. Me pongo los cascos, entonces Klaus Schulze arrulla mis oídos. Muy lejano sigo oyendo al perro y a los niños correteando por el piso.
Entonces cambio radicalmente de opinión. Pido a la sota de oros que esta noche tan especial, me dejen una botella de Champagne, unos turrones y un látigo. Nada de compañía. El champagne para emborracharme, el turrón para endulzar un poco mi sosa vida y el látigo para domar a las fieras de arriba. Me viene a la mente un personaje mítico. Herodes
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